Las constantes vitales en el ámbito médico incluyen además la frecuencia respiratoria y la temperatura, dos parámetros del sistema circulatorio: el pulso arterial y la presión arterial.
El pulso arterial es una medida de la frecuencia cardíaca. La expansión y el retroceso alternantes de una arteria que se producen con cada latido del ventrículo izquierdo crea una onda de presión (pulso) que circula por todo el sistema arterial. Por eso se considera que el pulso (oleadas de presión por minuto) es igual que la frecuencia cardiaca (latidos por minuto).
El pulso medio oscila entre 70 y 76 latidos por minuto en una persona normal en reposo; depende de la actividad, de los cambios posturales y de las emociones.
Se puede notar el pulso en cualquier arteria que se encuentre cerca de la superficie corporal comprimiendo la arteria contra tejido firme; generalmente se toma el pulso radial, que es muy accesible, donde la arteria radial se acerca a la superficie en la muñeca, aunque hay otros puntos del pulso arterial importantes desde el punto de vista médico.
La presión (o tensión) arterial (BP) es la presión que ejerce la sangre contra las paredes internas de los vasos sanguíneos. Esta presión debe ser suficiente para llevar la sangre a todos los puntos del cuerpo (incluyendo el recorrido contra la gravedad), además de vencer el rozamiento en los capilares sanguíneos. A menos que se indique lo contrario, el término presión arterial se entiende como la presión en las arterias sistémicas grandes cerca del corazón. La presión es mayor en las arterias grandes y continúa disminuyendo a través de las vías sistémica y pulmonar, hasta llegar a cero o a una presión negativa en las venas cavas.
Medición de la presión arterial. Puesto que el corazón se contrae y relaja de forma alterna, el flujo hacia adelante y hacia atrás de la sangre en las arterias hace que la tensión arterial suba y baje en cada latido. Por tanto, normalmente se realizan dos mediciones de la presión arterial: la presión sistólica, la presión de las arterias en el pico de contracción ventricular (presión sistólica o máxima), y la presión diastólica, la presión que se produce cuando se relajan los ventrículos (presión diastólica o mínima). La técnica manual de referencia se realiza colocando un
esfigmomanómetro de mercurio en el brazo y auscultando el latido en la arteria interna del brazo con un fonendoscopio. Las presiones arteriales se indican en milímetros de mercurio (mm Hg), con la presión sistólica en primer lugar; 120/80 (120 sobre 80) se traduce como una presión sistólica de 120 mm Hg y una presión diastólica de 80 mm Hg. Con mayor frecuencia, la presión arterial sistémica se mide de forma indirecta mediante el método de auscultación.
El valor de la presión está regulado por concentración de sales y proteínas (presión osmótica) y por el diámetro del vaso (en el cual influye la túnica media muscular). La presión aumenta si se contraen los vasos sanguíneos o entra líquido en el sistema y disminuye si se relajan los vasos o sale líquido del sistema
- Si es demasiado baja hay problemas por falta de riego sanguíneo.
Si es demasiado alta se incrementa el gasto cardiaco y aumenta el riesgo de derrames sanguíneos, por ruptura de los vasos.
Hay muchos factores que influyen en la presión sanguínea: la edad, el peso, el momento del día, el ejercicio, la posición corporal, el estado emocional, el consumo de ciertos fármacos, etc. La influencia de algunos de estos factores se explica a continuación.
1. Factores neuronales debido a la actividad del SNA. En concreto la acción del SNA simpático es importante porque provocan la vasoconstricción o el estrechamiento de los vasos sanguíneos, lo que aumenta la presión arterial. El centro simpático del bulbo raquídeo se activa para provocar la vasoconstricción en distintas circunstancias. Veamos tres casos:
• Por ejemplo, una persona que está tumbada y se levanta repentinamente, el efecto de la gravedad hace que la sangre se estanque en los vasos de los pies y piernas, y que baje la presión arterial. Esto activa señales de advertencia y en consecuencia se provoca la vasoconstricción y aumenta de nuevo la presión arterial hasta los niveles homeostáticos.
• Por ejemplo, en caso de accidente, si el volumen sanguíneo se reduce de repente por una hemorragia, la presión arterial cae y el corazón empieza a latir con mayor rapidez para intentar compensarse. No obstante, puesto que la pérdida de sangre reduce el retorno venoso, el corazón se resiente y el latido es más débil y sin eficacia. En tales casos, el SNA simpático provoca una vasoconstricción para aumentar la presión arterial de modo que, con suerte, aumente el retorno venoso y pueda continuar la circulación.
• En el ejemplo típico de la actividad del SNA simpático, cuando estamos asustados y tenemos que escapar de forma precipitada. En estas condiciones, se produce una vasoconstricción generalizada excepto en los músculos esqueléticos. Los vasos de los músculos esqueléticos se dilatan para aumentar el flujo sanguíneo hasta los músculos que están trabajando con toda intensidad en ese momento de peligro. Debe tenerse en cuenta que los nervios simpáticos nunca provocan la vasoconstricción de los vasos sanguíneos del corazón o del cerebro.
2. Factores renales. Los riñones desempeñan una función principal en la regulación de la presión arterial porque influyen en el volumen sanguíneo. A medida que la presión arterial (o el volumen
sanguíneo) aumenta más de lo normal, los riñones reabsorben menos agua y emiten mayor volumen de agua en la orina. Puesto que la fuente de esta agua es la sangre, el volumen de sangre disminuye, lo que, a su vez, reduce la presión arterial. Sin embargo, cuando baja la presión arterial, los riñones retienen agua del organismo, de modo que aumentan el volumen sanguíneo y con ello la presión arterial.
Si la presión arterial es baja, determinadas células renales liberan una enzima, llamada renina, en la sangre. La renina activa una serie de reacciones químicas que forman angiotensina, una sustancia química de potente acción vasoconstrictora. Además la angiotensina también estimula la corteza suprarrenal para liberar aldosterona, una hormona de la corteza de la glándula suprarrenal que mejora la reabsorción de iones de sodio en los riñones. A medida que el sodio se mueve hacia la sangre, el agua la sigue. Así, tanto el volumen sanguíneo como la presión arterial aumentan.
Recordar que además la aldosterona estimula la hipófisis posterior o neurohipófisis para que segregue ADH, la hormona antidiurética, cuyo efecto es mejorar la permeabilidad de las membranas celulares en las nefronas, de modo que se puede reabsorber más agua desde los riñones hacia la sangre y esto contribuye a aumentar de presión sanguínea.
3. Temperatura. En general, el frío tiene un efecto vasoconstrictor, por eso se recomienda la aplicación de compresas frías para evitar que se hinchen las zonas con magulladuras. Por el contrario, el calor tiene un efecto vasodilatador y las compresas templadas se utilizan para acelerar la circulación de una zona inflamada.
4. Sustancias químicas. Los efectos de ciertos fármacos afectan a la presión arterial y son bien conocidas en muchos casos. Por ejemplo, la adrenalina y noradrenalina (catecolaminas) aumentan tanto la frecuencia cardiaca como la presión arterial y la nicotina del tabaco aumenta la presión arterial provocando la vasoconstricción. Por su parte, tanto el alcohol como la histamina tienen acción vasodilatadora y disminuyen la presión arterial. La razón por la que una persona que ha bebido de más se pone roja es que el alcohol dilata los capilares que se encentran bajo la piel de la cara.
5. Dieta. Aunque las opiniones médicas tienden a cambiar y pueden resultar contradictorias, en general se admite que una dieta baja en sal, con pocas grasas saturadas y colesterol ayuda a evitar la hipertensión. Aunque el proceso de envejecimiento contribuye a los cambios que se producen en las paredes de los vasos sanguíneos, que pueden causar apoplejías o infartos de miocardio, la mayoría de los datos indican que es la dieta, y no el envejecimiento, el factor más importante en
as enfermedades cardiovasculares. Todos coinciden en que el riesgo se reduce si las personas comen menos grasa animal, baja el consumo de colesterol y reduce la sal.
Hipertensión
Una breve elevación de la presión arterial es una respuesta normal a la fiebre, al esfuerzo físico y las molestias emocionales, como el enfado y el miedo. Pero la hipertensión persistente (o la presión arterial alta) es patológica y se define como una enfermedad de una presión arterial alta y sostenida de 130/80 o mayor. La hipertensión crónica es una enfermedad peligrosa que indica una resistencia periférica que se va incrementando. Los primeros 10-20 años no hay síntomas, por eso se conoce como el “asesino silencioso”. Puesto que el corazón es forzado a bombear contra una mayor resistencia, debe trabajar con mayor intensidad y, con el tiempo, el miocardio se agranda. Cuando finalmente se fuerza más allá de su capacidad para responder, el corazón se debilita y sus paredes se vuelven flácidas. La hipertensión también causa estragos en los vasos sanguíneos, el hecho de que las paredes de los vasos se vuelvan más ásperas fomenta la formación de trombos, estos pequeños rasguños en el endotelio aceleran la evolución de la aterosclerosis.
La pérdida gradual de elasticidad en los vasos sanguíneos provoca hipertensión y cardiopatía hipertensa. Al menos el 30% de la población en países desarrollados presenta hipertensión a los 50 años, y las enfermedades cardiovasculares provocan más de la mitad de las muertes en personas de más de 65 años.
Se produce por:
oFactores genéticos y raciales. La hipertensión es hereditaria. El hijo de unos padres hipertensos tiene el doble de posibilidades de desarrollar una presión arterial alta que el de padres con una presión arterial normal.
oTipo de vida y alimentación. La presión arterial alta es común en las personas obesas porque la longitud total de sus vasos sanguíneos es relativamente mayor que la de los individuos más
delgados. Por cada 450 gramos de grasa, se necesitan miles de vasos sanguíneos adicionales, lo que obliga al corazón a trabajar con más intensidad para bombear la sangre a distancias mayores.
Hipotensión
La hipotensión o presión arterial baja presenta valores de presión arterial sistólica por debajo de 100 mm Hg. En muchos casos, es propia del individuo y no es motivo de preocupación. De hecho, la presión arterial baja es un resultado esperado del entrenamiento físico y se asocia con una vida larga y sin enfermedades en la vejez.
La hipotensión crónica, que no se explica por la condición física, puede indicar una mala nutrición y unos niveles inadecuados de proteínas en sangre. Debido a que la viscosidad de la sangre es baja, la presión arterial también es menor de lo normal. También puede indicar pérdida de líquido circulatorio, por ejemplo por hemorragias, heridas, quemaduras o Infecciones.
La hipotensión o presión arterial baja presenta valores de presión arterial sistólica por debajo de 100 mm Hg. En muchos casos, es propia del individuo y no es motivo de preocupación. De hecho, la presión arterial baja es un resultado esperado del entrenamiento físico y se asocia con una vida larga y sin enfermedades en la vejez.
La hipotensión crónica, que no se explica por la condición física, puede indicar una mala nutrición y unos niveles inadecuados de proteínas en sangre. Debido a que la viscosidad de la sangre es baja, la presión arterial también es menor de lo normal. También puede indicar pérdida de líquido circulatorio, por ejemplo por hemorragias, heridas, quemaduras o Infecciones.