A partir de las teorías de Wegener (deriva continental) y de Hess (expansión del fondo oceánico) se consolidó la teoría de tectónica de placas. Esta teoría postula la existencia de enormes bloques de litosfera con corteza continental y oceánica, llamadas de placas tectónicas o litosféricas que se desplazan arrastradas por el manto terrestre. Estas placas se han formado a partir del manto y reintegrado al mismo en un proceso constante desde los últimos 3.000 millones de años.

La litosfera presenta varias docenas de placas tectónicas de diversa magnitud y 8 de las más grandes son: la Euroasiática, Africana, Australiana, Norteamericana, Sudamericana, Nazca, Pacífica y Antártica. Estas placas se desplazan gracias a la dinámica del manto y la litosfera, por las corrientes de convección que genera el flujo térmico.
¿Pero qué son las corrientes convectivas? Se trata de movimientos entre materiales fluidos o semifluidos que al calentarse se expanden y disminuyen su densidad. Los materiales calientes, al expandirse y ser más ligeros, ascienden. Con los materiales fríos ocurre lo contrario, se hunden.

El flujo ascendente del manto arrastra a la corteza fría y rígida, la cual se resquebraja y separa formando las placas. Cuando las placas oceánicas se separan, emerge el magma a la superficie y se forma un nuevo fondo oceánico. Las placas se expanden en las dorsales de los océanos, al moverse, se separan, chocan entre ellas, en ocasiones se hunden unas debajo de las otras, se desplazan rozándose lateralmente, etc. Esto ocurre en sus límites, que pueden ser de distintos tipos convergentes, divergentes o transformantes.

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