El Alvin (DSV-2)
Este submarino tripulado, está dedicado a la investigación oceánica profunda, propiedad de la Marina de los EEUU. y operado desde el barco de soporte RV Atlantis . El sumergible, Alvin fue encargado el 5 de junio de 1964 y ha realizado más de 4.400 inmersiones, con capacidad para dos científicos y un piloto que pueden observar el exterior por 5 visores. Diseñado especialmente para soportar la inmensa presión a 4.000 metros de profundidad, gracias a una esfera de 3600 Kg y 3,38 cm de grosor, con un diámetro de 2,08 m. Su desplazamiento es de navegación lenta con 2 nudos, aunque puede alcanzar en emergencia los 6 nudos brevemente y puede estar sumergido hasta 10 horas. Está dotado de dos brazos hidráulicos montados en su parte delantera capaces de levantar 100 kg y está equipado con múltiples cámaras de foto y vídeo, ordenadores y sensores.
Las investigaciones llevadas a cabo en el Alvin han sido utilizadas en casi 2.000 artículos científicos.

En una esfera de titanio de poco más de un metro de diámetro, la microbiologa Isabel Ferrera hizo el descenso número 4.283, a 2.500 metros de profundidad, en uno de los puntos con más actividad volcánica del mundo. Su objetivo era estudiar los fluidos hidrotermales para conocer mejor la tectónica de placas y llegar a predecir cuándo se producen terremotos.
Entre México y Costa Rica, la dorsal del Pacífico oriental está sembrada de grietas por las que se cuela el agua hacia las profundidades del planeta. Rico en oxígeno y minerales, este líquido entra en contacto con el magma y se reduce y se calienta hasta que la temperatura y la presión son tan altas que sale disparada por una de esas mismas grietas.
“El fluido sale a 400 ºC y con un pH muy ácido. Al contacto con el agua fría del fondo marino, a unos 2 ºC, el mineral precipita y forma enormes e inestables chimeneas –detalla Ferrera–. El piloto debe vigilar mucho porque tenemos que tomar muestras del fluido sin que este toque el submarino y destruya todos los dispositivos electrónicos, y sin que se nos caiga una de estas chimeneas encima”.
“Es imposible olvidar la franja que existe entre dos placas tectónicas y los animales increíbles, como extraterrestres, que ves allá abajo”, explica. Evocando el frío intenso dentro del submarino, Ferrera relata cómo bajo varios jerséis, una manta y un gorro de lana, pasaron ocho horas sorteando chimeneas, tomando medidas y muestras y emocionándose con la visión de riftias, gusanos gigantes de hasta tres metros coronados por una pluma colorada, medusas de más de 50 metros, los colores de la bioluminiscencia y el enorme vacío del océano.