El problema de la generación espontánea
Antiguamente se creía que los seres vivos surgían por generación espontánea, a partir de la materia orgánica en descomposición. Esta creencia se basaba en observaciones cotidianas como la aparición de larvas en alimentos que se encontraban en descomposición, moscas en la carne podrida o ratones en el estiércol.
El primer científico en cuestionarse la generación espontánea fue Francesco Redi. En 1668 diseñó un experimento que demostró que las larvas que aparecían en la carne podrida no surgían por sí solas, sino que procedían de los huevos que las moscas habían puesto sobre la carne.

El experimento fue muy criticado por la sociedad de la época y no sirvió para rechazar totalmente la generación espontánea.
Demostración de Pasteur

En el siglo XVII aún continuaba la polémica. Fue Louis Pasteur, en 1860, quien puso de manifiesto la falsedad de la tradicional creencia de la generación espontánea. Con sus experimentos demostró que son los microorganismos del aire los que descomponen la materia orgánica, concluyendo que todo ser vivo procede de otro ser vivo.

Las vacunas
En 1880, Pasteur estudiaba la transmisión de la bacteria responsable del cólera aviar. Junto con su ayudante inoculaba la bacteria (Pasteurella multocida) a pollos y evaluaba el proceso de la enfermedad.
Pasteur iba a tomarse unas vacaciones, y encargó a su ayudante que inoculase a un grupo de pollos un cultivo de la bacteria pero éste se olvidó. Cuando ambos volvieron al cabo de un mes, los pollos estaban sin infectar y el cultivo de bacterias continuaba donde lo dejaron, pero muy debilitado. Cuando se inoculó la bacteria a los pollos éstos no murieron. Desarrollaron algunos síntomas, y una versión leve de la enfermedad, pero sobrevivieron.

Pasteur se dio cuenta que habían creado de forma artificial una versión débil de la enfermedad causante de la inmunidad. Expuso a los pollos una vez más al cólera no debilitado y nuevamente sobrevivieron, pues habían desarrollado una respuesta inmune. Llamó a esta técnica vacunación en honor a Edward Jenner. A partir de ese momento no hacía falta encontrar bacterias adecuadas para las vacunas, las propias bacterias de la enfermedad podían ser debilitadas y vacunadas.
Pasteur puso este descubrimiento en práctica casi inmediatamente en el caso de otras enfermedades causadas por agentes bacterianos. En 1881, hizo una demostración dramática de la eficacia de su vacuna contra el carbunco, inoculando la mitad de un rebaño de ovejas mientras inyectaba la enfermedad (Bacillus anthracis) a la otra mitad. Las inoculadas con la vacuna sobrevivieron, el resto, murió.

En sus estudios contra la rabia, utilizaba conejos infectados con la enfermedad, y cuando estos morían secaba su tejido nervioso para debilitar el agente patógeno que la produce, que hoy sabemos que es un virus. En 1885 un niño, Joseph Meister, fue mordido por un perro rabioso cuando la vacuna de Pasteur solo se había probado con unos cuantos perros. El niño iba a morir sin ninguna duda cuando desarrollase la enfermedad, pero Pasteur no era médico, de modo que si lo trataba con una vacuna sin probar suficientemente podía acarrear un problema legal. Sin embargo, tras consultar con sus colegas, el químico se decidió a inocular la vacuna al muchacho. El tratamiento tuvo un éxito absoluto, el niño se recuperó de las heridas y nunca desarrolló la rabia, Pasteur nuevamente fue alabado como héroe.
CIENCIA Y SOCIEDAD